Vinculación familia/escuela

puerta de las limitacionesCon esta sencilla pregunta –¿Qué limitaciones tengo como centro y como familia- nos presentamos, hace unos días, en la población de Requena para acompañar a un grupo de maestras (sí, sí, todo féminas-el motor del sistema educativo) que querían aprender en materia de vinculación escuela/familia. El simple hecho de querer aprender y seguir en continua formación es de valorar.

SABIOSIntentemos pues reflexionar a través de un gran libro, una obra clásica de la literatura. La obra literaria sin intereses de fe (hablo de la Biblia) más leída: El Principito.

¿Qué os dice esta primera reflexión? Apunto las conclusiones que en aquella tarde fría de invierno se extrajeron:

-El maestro está en continuo aprendizaje.

-Es precisa la empatía en nuestra profesión.

-No intentemos proyectar en los demás (maestras o familias) lo que somos nosotros o lo que a nosotros nos falta. Partamos del respeto a la individualidad para poder actuar.

En cuanto a las limitaciones, nos encontramos con las familias que trabajan, los contenidos del currículum y el certificado de no constar en el registro de delitos sexuales entre otras.  Y, ¿qué es lo que se concluyó después de reflexionar? Que ninguna barrera es lo suficientemente dura para frenarnos. Podemos quejarnos y quedarnos en la queja o podemos ponernos a actuar:  el currículum no oprime, al revés, es amplio y da libertad; nuestro alumnado siempre tiene un familiar que quiere participar (abuelas, tíos, hermoanos mayores…); el certificado está a sólo un click. El problema reside pues en nosotras y en nosotros. En educación la intención no es lo único cuenta. Más bien podríamos decir que la intención no es lo primero. Para la inclusión de las familias en las escuelas se necesita de un buen trabajo de sensibilización y no únicamente de las mismas, sino también del propio cuerpo de maestros.

Está muy bien que, de repente, se nos ocurra que entren las familias en la clase para hacer los disfraces de carnaval o para colaborar en la falla. Pero esto puede girarse en nuestra contra (y de hecho no estaría mal que se nos girara y nos diera un buen tortazo para hacernos recapacitar). Esto no es inclusión ni participación ni nada por el estilo. Primero, porque es algo puntual, incluso podría decirse que una actitud aprovechada por nuestra parte: les tengo contentos si entran al cole y a mí me quitan faena. ¡Esa no es la actitud! La voluntad y la intención (buena) aquí no cuentan. Las familias deben estar dentro desde el principio. Eso es coeducación: crear un proyecto, seguir las mismas líneas, educar juntas y juntos.

VínculoTal cual dice otra de las frases del principito. El tiempo que pasemos juntos nos hará querernos. En un principio, nadie querrá a nadie. Cada uno irá a la suya: para una parte será un trabajo, para la otra será el momento en que madres/padres se vayan a trabajar. Así nadie gana. Si tu clase y tú sois opacos y la comunicación se basa en tabúes, la relación es tóxica. Fomenta la permeabilidad con tu grupo y con los suyos pues ellas y ellos también son sus agentes educativos. Así no habrá problemas.

algo sale mal ¿Y qué pasa si algo sale mal? Si de repente tengo una clase abierta donde fomento la inclusión, donde las familias participan y coeducan pero una me ignora y no quiere ser ni estar pues me dice que este trabajo es mío, ¿qué hago? Volvamos al pequeño niño del pañuelo amarillo al cuello y a sus sabios pensamientos. Si algo sale mal, no te rindas en tus sueños. ¿Confías? nosotros te decimos que sí que lo hagas; que merece la pena.

A veces pedimos almendras al almendro que está en flor o peor aún y, plagiando el refrán, pedimos almendras al limonero.

flores y serpiente

Ni una cosa ni la otra: nada de esto es bueno. El pequeño príncipe pensaba eso mismo aunque se dio cuenta tarde. Ni podía subestimar a una serpiente solo por no tener patas pues su poder no era visible pues estaba oculto pero es bien sabido que su fuerza es muy grande, ni tampoco podía esperar de las flores un sonido o una conversación. Debía quererlas sólo por su perfume. Pensemos que querrá decirnos esto en relación con las familias. ¡Cuán de importante es la empatía!

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Debemos, y es nuestra responsabilidad,  formar también a las familias. En la historia de Saint Exupéry, domesticar no significa domar, ni dominar. Significa crear lazos, vínculos. Sensación de pertenencia los unos de los otros para saber que vamos bien y por el mismo camino.

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No nos olvidemos, tengámoslo bien presente, que cada una y cada uno es como es y que debemos partir del respeto. Somos profesionales y como tal, las familias no deben confiar en nosotros (ale, a ver con quién le toca a mi hijo este año), pues la educación no se basa en la confianza, se basa en el compromiso. Es cierto que algún obstáculo o alguna oruga encontraremos en el camino pero si sabemos esperar, domesticar y amar, descubriremos las mariposas. Es algo sencillo y en nuestra cabeza debe resonar una de las frases más míticas de esta novela universal:2018-03-10-5.pngGRACIAS POR ESTA GRAN OBRA DE ARTE.

 

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